El momento que da más miedo es siempre justo antes de empezar.
Stephen King
La fiesta de la uva
Es noche cerrada cuando llegáis. Un ligero viento agita los árboles aunque no hace frío. Estamos a finales de octubre y los campos gozan de la frescura otoñal después de un verano abrasador. Un hostal se recorta en la oscuridad a un lado de la carretera principal. Está completo por la fiesta de la uva que comienza mañana. Casi completo. Queda una habitación, la compartís. Todos tenéis pesadillas. Os despertáis temprano y salís a la terraza del hostal a tomar un café. A vuestro alrededor hay una actividad inusual para esa hora de la mañana. Lo recordáis, es la fiesta de la uva. Después de desayunar vais a dar un paseo. Os cruzáis con algunos músicos, llevan violines, tubas, trompetas, y charlan animadamente. En la plaza del ayuntamiento han instalado unos barriles enormes, asomáis la nariz y veis que están llenos de uvas hasta la mitad. Cada vez hay más ruido, más gente en la calle. Todo el pueblo luce banderolas de fiesta. Tanta alegría os inquieta. Durante todo el camino sentís miradas clavadas en la nuca. Ese perro dormido de allí enfrente tiene algo raro. Os acercáis. Está muerto, lleno de moscas. Le cuelga un ojo fuera y le han rajado la tripa. Unos niños pasan por su lado, lo miran y se ríen. Alguien de vosotros vomita. Eres tú.
De Providence al condado de Aroostook
Oscura canción de cuna, la primera ventura de la campaña de rol Los vástagos de Shub-Niggurath que lanzaremos próximamente, se desarrolla en un pueblo imaginario del condado de Aroostook, en Maine. Desde Providence, en Rhode Island, hasta Aroostook hay (hoy) 6h 57min en coche por la I-95 N. La ruta atraviesa parte de la costa este de Nueva Inglaterra, rocosa y repleta de flores silvestres, pasando por la victoriana Portland, y luego se introduce entre las montañas, moteadas de zonas boscosas de exuberante vegetación. Es obligado hacer un alto en el camino en Bangor, la ciudad donde vive Stephen King y que tantas veces ha servido de escenario para sus novelas, lo que le ha hecho ganar el sobrenombre de «Transylmainia». Se puede aprovechar para comer langosta, el plato estrella de Maine. Si la carretera da sueño con la barriga llena, nada más placentero que parar y echar una siesta junto a uno de los lagos que salpican los costados de la carretera, y desperezarse luego con un chapuzón. Al llegar al condado de Aroostook se avistan cada vez más granjas, ganaderas y de cultivo, que rebajan la tonalidad de la naturaleza salvaje, aportando nuevos sonidos y olores. Y allí está, el cartel que señala nuestro destino.
Vida local
Una gasolinera antigua preside la entrada por carretera al pueblo. Las granjas dispersas van quedando atrás y se comienzan a divisar los coloridos carteles de los comercios y los negocios locales. Las casas son de dos plantas y con el tejado a dos aguas. La naturaleza fluye entre el asfalto y los muros de piedra de los edificios en forma de maleza, enredaderas y raíces de árbol nudosas. Hay multitud de hormigueros. Los insectos conviven con las personas aquí en paz vigilante. Abundan las pequeñas tiendas dedicadas a los deportes locales: piragüismo, pesca, senderismo, caza. En el centro se levantan la iglesia, siempre en obras, y el ayuntamiento, un edificio blanco impoluto casi tan antiguo como el molino de agua de la época de los colonos que resiste en pie a orillas del río. Junto a él, un cartel de neón rosa fucsia anuncia un nuevo hotel rural. Los viñedos se ubican al norte del municipio, colindantes con el bosque cercano. Todas pertenecen a las mismas bodegas. Son las que dan trabajo a tantas personas, también las que organizan la fiesta anual del vino.
Oscura canción de cuna
Ya se te han pasado las nauseas por el perro muerto. Los demás se han ido a descansar al hotel. Tú no quieres dormir. No quieres soñar. Decides comenzar a investigar por tu cuenta. No tienes muy claro por dónde empezar. Escuchas algo, viene de más allá de aquel camino. Tu intuición sabe lo que es: una oscura canción de cuna. Vuelves a vomitar.
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