La abadía de los putrefactos

Una ubicación para las Tierras del Sueño

por Robin D. Laws

Al viajar por las Tierras del Sueño, especialmente acompañado de Luis Buñuel o Salvador Dalí, uno puede toparse con La Abadía de los Putrefactos, una imponente estructura de orden asfixiante. Aparece como una fuerza de oposición tras modificar las Tierras de los Sueños hacia el caos y la libertad. Si intentas alejarte de este lugar, cambia de posición, colocándose siempre en tu camino. Con gran esfuerzo, puedes esquivarlo, pero si lo haces, será aún más difícil evitarlo la próxima vez que se presente ante ti. La única forma de descartarlo, y sólo temporalmente, es entrar e interactuar con sus habitantes momificados. Al igual que las estructuras de ensueño que son, sus corredores desafían los intentos de recordar hacia dónde te estaban dirigiendo. A medida que avanzas por sus ciclópeos pasillos, escuchas pasos arrastrando los pies, pero probablemente no ves a nadie. Luego te encuentras fuera de un arco, del que emanan murmullos casi inaudibles. En el interior se puede encontrar una cámara de sillas vacías, dispuestas alrededor de una mesa polvorienta, tal vez sembrada de huesos de un niño o de un minotauro.

O podrías toparte con los propios putrefactos. Demacrados, susurrantes y tosiendo nubes de polvo, estos liches secos visten uniformes que imponen autoridad, vistiendo como hombres de negocios, oficiales militares y, sobre todo, obispos y cardenales. Dirigen miradas quejumbrosas en tu dirección. Un funcionario esquelético, con el dedo índice como una plumilla llena de tinta, registra cada orden que te dan, garabateando una transcripción de los procedimientos en un pergamino infinito.

Los putrefactos conocen muchos secretos esotéricos y pueden compartirlos contigo a cambio de tu deferencia. Los soñadores audaces pueden lograr intimidarlos: temen la sátira, el sexo y el fuego. Si deseas limitar las libertades de un compañero soñador, él le proporciona con entusiasmo los venenos y las gemas de control necesarios para la tarea. Los visitantes despiertos de las Tierras del Sueño pueden llevarse estos artefactos al mundo real. Te ayudan mientras realizas actos que refuerzan lo que los putrefactos llaman el stasis quo. Pero cuidado: si se mantienen demasiado tiempo, endurecerán las arterias, provocarán artritis y degradarán los huesos.

Louis Aragon sostiene que la Iglesia y el Estado se desmoronarán si tan solo un soñador surrealista logra encontrar una manera de destruir la abadía de una vez por todas. Se dice que las saltarinas bestias lunares de Leng desprecian a los putrefactos y han desarrollado un arma para atraparla durante toda la eternidad en la lágrima de un cisne. ¿Te atreves a aventurarte allí y pedirles este regalo?

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