¿De qué negros pozos de miedo o sensibilidad aquerónticos, de qué insondables abismos de consciencia extracósmica o de una oscura heredad largo tiempo latente, salían aquellos atronadores gruñidos parcialmente articulados?
H. P. Lovecraft, El horror de Dunwich
Comenzamos una serie de artículos sobre el horror cósmico, el subgénero de terror que creó Howard Phillips Lovecraft, uno de nuestros grandes referentes en Shadowlands. Nuestra línea Providence está dedicada al genio de Providence, que creó todo un universo terrorífico alrededor de su obsesión por la ciencia y el universo.
Helado de horror sobrenatural
Empecemos por el medio. En 1927, con 37 años, Lovecraft llevaba unos meses viviendo en su Providence natal después de haber pasado unos años de penuria económica en Brooklyn. Se había separado de su mujer, la escritora Sonia Greene, que se quedó en Nueva York, pero seguían visitándose con frecuencia. Ese fue el año en el que Lovecraft se zampó la carta completa de ¡veintiocho helados! de un restaurante para celebrar que le iban a publicar su relato La llamada de Cthulhu. Le encantaban los helados, sus favoritos eran los de vainilla y café, y también los gatos.
1927 fue también el año en que le publicaron por primera vez El horror sobrenatural en la literatura, uno de los estudios sobre el género fantástico más completos que se han hecho hasta la actualidad. En este ensayo, Lovecraft, tras remontarse en los orígenes de la literatura de terror, confiesa sus predilecciones y profundiza en los autores que más le han influido. Hemos pensado que no hay mejor bibliografía sobre los orígenes de la corriente de horror cósmico que él inauguró que su manual sobre el terror, así que vamos a desmenuzarlo un poco para dar contexto a su literatura antes de pasar a destrozar al autor mismo hablando de su personalidad y sus fobias y sus múltiples obsesiones, todas esas peculiaridades que tanto marcaron su obra.
Los orígenes del relato de terror
Tal como señala Lovecraft en el inicio de su ensayo, el terror, una de las emociones humanas más primitivas, ha estado siempre presente en el folklore de todas las culturas, siendo un rasgo primordial de los rituales mágicos en los que se invocaban a demonios y espectros. Las apariciones y los espíritus eran comunes en los relatos del antiguo Oriente, mientras que en Occidente, los temores más irracionales quedaban reflejados en las baladas de corte legendario. En la Edad Media, época oscura de supersticiones, las narraciones populares orales se nutrían de criaturas como las brujas, los hombres-lobo y los vampiros.
Los primeros escritos sobrenaturales son poéticos, ya que la poesía es el género más cercano al relato popular oral. Petronio, que vivió en la época de Nerón, escribió sobre el hombre-lobo y Flenón, de la novia fantasma. En las sagas escandinavas aparecen monstruosos engendros, mientras que en Beowulf o en Nibelungo, existen variedad de magias y horrores nocturnos. La muerte de Arturo, de Malory, recupera ya en prosa leyendas de las antiguas baladas, y encontramos fantasmas en el Hamlet de Shakespeare y brujas en Macbeth.
En los siglos XVII y XVIII, los buhoneros vendían en las aldeas folletos con historias sobrenaturales, y el interés del público por la historias tenebrosas iba en aumento. Pero no fue hasta la época de la novela gótica cuando el relato de terror se convirtió en género.
La literatura macabra
Lovecraft data la fundación de la novela de terror en 1764, cuando fue Horace Walpole publicó El castillo de Otranto. El propio Walpole vivía en un castillo neogótico en Strawberry Hill que le sirvió de modelo para crear la primera casa encantada de la literatura. «La historia, aburrida, artificial y melodramática, se debilita por un estilo "elegante" y prosaico cuya donosidad cortés no permite crear, en ningún momento, una auténtica atmósfera sobrenatural», dice Lovecraft. A pesar de su mediocridad, ejercerá una profunda influencia en la literatura fantástica.
El siguiente impulso a la novela de terror se lo dio la escritora Ann Radcliffe, que enriqueció la novela gótica con la creación de ambientaciones espectrales y de suspense. Como subraya Lovecraft, Radcliffe tenía «una capacidad casi genial para infundir al paisaje y los incidentes con un sentido genuino de lo sobrenatural». El creador del horror cósmico le dedica párrafos de admiración a la autora de novelas como Los misterios de Udolfo o Gastón de Blondeville.
Matthew Gregory Lewis, autor de la novela El monje, representa para Lovecraft el apogeo de la novela gótica. Este autor introduce en su obra elementos del folklore germánico, infundiéndole a su terror un carácter violento, repleto de elementos macabros. No obstante, el tono artificioso de la literatura gótica empezaba a cansar al público. Las críticas aumentaban y del género surgieron parodias como La Abadía de Northanger, de Jane Austen. De estos años de decadencia, el autor de En las montañas de la locura salva a Charles Robert Maturin, un excéntrico sacerdote inglés, que además de escribir novelas góticas se dedicó al género fantástico, con obras como Melmoth, el Errabundo de la que Lovecraft destaca «una afinidad con la verdadera esencia de la naturaleza humana, una comprensión de las fuentes más profundas de auténtico terror cósmico».
El terror moderno
Mary Shelley, introdujo en su indeleble Frankenstein el tema de la ciencia y los temores de la sociedad surgida de la revolución industrial, acercándose al tipo de terror humano y contemporáneo lovecraftiano. A la vez que Frankenstein, nació El Vampiro de Polidori, novela corta en la que el desenlace trágico viene dado por el racionalismo propio de la época, que niega la posibilidad de que el vampiro exista. La ciencia también está muy presente en el posterior Dr. Jekill y Mr. Hyde, del escritor y viajero escocés Robert Louis Stevenson.
Más pasional es Cumbres Borrascosas, de Emily Brönte, de la que Lovecraft dice que «aunque la historia trata principalmente acerca de las pasiones humanas en conflicto y agonía, el titánico escenario cósmico que enmarca la acción permite el surgimiento del horror en su forma más espiritual». Lovecraft también expresa su interés por el escritor francés Guy de Maupassant, cuya enfermedad mental quedó plasmada en su obra de manera poderosa. De la literatura de Maupassant dice que sugiere «con maravillosa intensidad la inminencia de terrores innombrables y los padecimientos de un desgraciado individuo amenazado por entidades provenientes de las tinieblas exteriores». Su relato El Horla, en el que el terror procede del espacio, se puede considerar un precedente directo del horror cósmico. Su protagonista es una criatura invisible extraterrestre que llega a la Tierra como avanzadilla de un ejército cósmico que pretende reemplazar al hombre.
Edgar Allan Poe
H. P. Lovecraft dedica en su ensayo un capítulo completo al escritor Edgar Allan Poe. Es palpable la emoción que infunde a sus palabras al hablar de su ídolo y mayor influencia. Ya en el primer párrafo reconoce a Poe como el creador del «cuento de terror moderno en su forma final y perfecta». La diferencia fundamental entre Poe y sus predecesores es que el terror del primero es fundamentalmente realista, con un componente psicológico muy importante. Al realismo psicológico de Poe se le añade una perfección técnica que pocos autores antes habían podido alcanzar.
De La Caída de la casa Usher, una de las cumbres narrativas de Poe, Lovecraft dice por ejemplo, que «sugiere estremecedoramente la vida oscura, de las cosas inorgánicas, y despliega una trinidad de entidades anormalmente entrelazadas en el ocaso una historia familiar, un hermano, su hermana gemela, y su mansión increíblemente antigua, todos compartiendo un alma, única y una muerte simultánea».
Poe tuvo mucho discípulos, el más popular de los cuales fue, y sigue siento, Lovecraft. Pero en su época destacaron otros aprendices del horror, como el irlandés Fitz-James O'Brien, autor de What was it? (¿Qué fue eso?), sobre una criatura invisible precursora del Horla de Maupassant. O Ambrose Bierce, que escribía cuentos de terror ambientados en la Guerra Civil norteamericana, en los que desarrollaba horrores físicos y psicológicos en los límites dela naturaleza.
Autores de horror cósmico contemporáneos a Lovecraft
H. P. Lovecraft era un autor generoso en amistades, que expresaba sus gustos literarios sin tapujos ni envidias. Se escribía con muchos escritores de la época y organizaba viajes con los más cercanos. Siguiendo su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, el autor destaca a coetáneos del terror como el escritor de origen celta Arthur Machen, autor de El gran dios Pan, del que dice que «lleva en la sangre el misterio medieval de los bosques sombríos y las antiguas costumbres».
El inglés Algernon Blackwood es otro de los grandes referentes contemporáneos de Lovecraft. Reconociendo que no es un gran maestro de la palabra y que su obra es desigual, lo considera un genio de la atmósfera fantástica, dotado de «un sobrecogedor y convincente sentido de la inmanencia de extrañas entidades y esferas espirituales». Lovecraft cita a Lord Dunsany como otro de sus referentes modernos, al que considera tan sensible como Poe. Inventor de una mitología y folklores propios, en los relatos de Dunsany la belleza, ubicada en los mundos de los sueños y la memoria, es la fuente del terror
El arte de escribir un cuento de terror
Lovecraft culmina su El horror sobrenatural en la literatura con un apéndice en el que ofrece recomendaciones para escribir un relato fantástico. Los más curiosos pueden buscar el ensayo en su librería favorita (está editado en castellano por la editorial Valdemar) o leer online sus consejos (su obra está libre de derechos). Por nuestra parte, acabamos con su advertencia inicial para escribir cuentos de horror cósmico al modo lovecraftiano:
«Sólo hay una forma de escribir un relato tal y como yo lo hago.»
Ahí queda eso.
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