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Coge tu juego favorito y llévalo al mundo real.
Da igual que sea fantasía heroica o space opera.
Despluma el juego como un pollo muerto, colgando inerte de tu mano, poniéndose frío por momentos. Modifica su realidad para hacerla encajar en la nuestra. Ese villano con un ejército de no-muertos sale por la tele anunciando bombardeos. Esa raza de orcos está en la frontera pidiendo asilo político. Ese tomo mágico ha sido comprado por un holding que lo va a enterrar porque haría obsoleto su producto estrella, que les da millones.
¿Quieres una guerra que se remonta milenios entre dos sistemas planetarios donde unos no conocen a los otros, donde las tecnologías alienígenas son incompatibles y donde los soldados se guían solo por las terribles historias que llegan del frente? Quítale la palabra milenios, planetarios y alienígenas. Cámbialo por años, continentes e idiomas. De verdad, todo lo demás encaja. Y lo hace más real.
No es difícil de hacer. Quizás sea laborioso en los detalles, muy probablemente no tenga sentido en la misma escala, pero va a funcionar si lo presionas lo suficiente. Hazlo. Total, es un pollo muerto en tu mano. No se va a quejar. Va a terminar encajando porque, realmente, el trabajo a la inversa ya se hizo cuando se diseñó el juego. Todos los estilos de juego van a estar presentes y todo se va a poder hacer. Y no se va a convertir en algo más mundano, solo va a estar traducido a la realidad.
Precisamente por esto me encanta. Todo se vuelve más visceral y dramático cuando puedes analizar un contexto y hacer que tu personaje impacte en ello. Es más difícil mirar a otro lado y todo, hasta el más mínimo de los cambios, se hace más personal. No hay traducción posible y eso te obliga a mirar de lleno sin posibilidad de redención, como en la Naranja Mecánica.
Estar en la actualidad te permite generar mundos más complejos, siempre apoyados en la realidad. Estamos muy acostumbrados a analizar las motivaciones del sacerdote cultista de turno y no nos damos cuenta que el Vaticano tiene montón de gente con ropa ridícula hablando en lenguas muertas y dando de comer a sus fieles la carne y la sangre del hijo de su Dios (que resulta que también es él mismo). Es fácil ver que son lo mismo… por desgracia.
No necesitas buscar complejas tramas para justificar que uno de los arzobispos está intentando pactar con la entidad TAL, sino que puedes gastar ese tiempo en crear un entramado de pistas que lleve allí, trufado de más personajes basados en una ligera documentación o, directamente, el imaginario popular.
También los jugadores pueden impactar más en el mundo. Van a poder pensar más fuera de la caja porque, bueno, conocen la caja y sus alrededores. Sus decisiones van a ser más ricas, más llenas de matices y mucho más sugerentes.
¿Y las aventuras? ¿Y todo el material generado para la ambientación original? ¿¿¿Se tira todo eso??? Sí, claro.
Bueno, no.
Las estadísticas probablemente sean similares y los nombres seguro que se pueden cambiar por otros que ya conozcamos. Me juego lo que sea que la mitad de las visitas de las páginas de “¿cómo llamar a mi bebé?” tienen su origen en roleros buscando nombres molones. No necesitas tirar nada, solo darle un tironcito y traerlo aquí.
Explota, mutila, destruye, desgarra, asesina, revienta, tritura, aplasta, quema, haz picadillo y luego vuélvelo a encajar. No te va a costar y tus jugadores te lo agradecerán. De verdad de la buena…
Ven a la actualidad.
Tenemos galletas.