En Raven, nunca estás a salvo de sus amenazas, y menos tú

Gracias por hacerme caso antes*. Hiciste bien en cerrar la ventana e impedir que ese gran cuervo entrase en la mansión.

Te preguntarás por qué fui tan brusca contigo. Quizás debería disculparme… ¿pero sabes qué sería verdaderamente apropiado? Darte explicaciones mientras me permites calentar estos viejos huesos con un poco del contenido de esa botella con forma de lágrima. Sí, esa del licor rojo que guardaba el abuelo para esas ocasiones especiales.

¡Ah! Gracias. Eres muy amable. Me encanta saborear la Sangre de Cuervo antes de tragarla. Siempre me eriza el vello y me produce ese temblor incómodo a la par que cálido. Es como la vida en Raven. Agridulce. ¿No te parece?

Está bien. Sí. Te debo esa explicación. Respóndeme una pregunta. ¿Has visto animales alrededor de la mansión? Has visto cuervos, como en el resto de Raven. Pero también has visto gatos. Cuervos y gatos.

Tu mansión en el único sitio donde hay gatos. Te preguntarás si esto forma parte de la traición del Fundador Corvus, de la mácula de nuestra maldición. Nadie lo sabe. ¿Te has fijado en el pozo inquietante que albergan sus profundas miradas? Esos seres negros y huraños te arañan el alma con solo mirarte. Tu tía Nyxia Corvus quiso averiguar qué eran y trató de estudiarlos. Por eso no llegaste a conocerla. Digamos que pasaron… cosas. Deja en paz a los gatos y ellos te dejarán en paz a ti.

Los cuervos están por toda Raven. Seguro que has sentido sus ojos negros como la brea insondable vigilándote día y noche. Observándote. Tu abuelo los llamaba psychopompos, los que guían a las almas. Puede que esperen para llevarse las almas de los difuntos, o puede que no. Hay quien piensa que pueden marcarte para seguirte hasta arrancar tu alma. O puede que sean algo peor. Hazme caso. Evítalos. Y, si te siguen, no los mires. No los escuches.

¡Qué me parta un rayo! Rápido. Coge una tela, un fular, una manta… ¡algo! Corre y tapa las rendijas bajo esa puerta… ¡No te quedes como un pasmarote!

Gracias por tu diligencia. Esos jirones de blanco hueso y gris lápida que se han filtrado es la niebla del ocaso. Amenaza con extenderse por toda la ciudad. Jamás, por el amor que más anhelas, dejes que entre a la mansión. Y nunca te adentres en ella. Te perderás. Te devorará. O lo harán los espectros ocultos, cuyas siluetas la niebla juega a perfilar con sus jirones blancos. Prométeme que nunca lo harás.

Echa otro leño al fuego y siéntate a mi lado. Aún tengo que hablarte sobre tu familia. La familia Corvus. Pero antes, rellena mi copa.

Lady Corvus

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