Jugar al rol es como participar en un baile de salón. Un baile algo extraño porque están implicados un grupo de personas sentadas alrededor de una mesa, pero un baile al fin y al cabo.
Yo bailo tango (supongo que tengo que decir que bailaba, ya que llevo años sin ejercer, pero sigo con la ilusión de volver algún día a una milonga…) y no he caído hasta hace relativamente poco en lo (muchísimo) que se parecen las dos cosas. Para empezar, porque son actividades que llevan mucho tiempo y dedicación. Hay gente muy especializada, jornadas que lo ensalzan, asociaciones que lo promueven, etc.
Pero, sobre todo, por la energía que se genera mientras se ejercen.
En el tango existen las figuras del leader y el follower. Siendo rápidos y directos, el leader marca lo que se baila y el follower ejecuta con más o menos habilidad. Estas marcas se hacen en tiempo real y la comunicación que se establece es, más o menos, unidireccional. Tradicionalmente estos roles son el masculino y el femenino, aunque existen variantes modernas como el tango queer donde los roles se invierten o van alternándose durante todo el baile. Es interesante saber un poco de esto porque lo habitual es ver un baile desde fuera y que parezca que es la mujer (el follower, mejor dicho) la persona que hace todo.
Las acrobacias, los giros y los pasos más largos los da esta persona. Pero entre los entendidos del tango (y esto hay que cogerlo con pinzas porque hay diferentes escuelas, como con todos) es evidente que es más complicado ser leader que follower. De hecho, aunque las exhibiciones y concursos muestren impresionantes saltos, giros y todo tipo de movimientos circenses, es todo para la galería. Cuando los piques suceden dentro de comunidad, bailar “en una baldosa” es la máxima muestra de técnica y poderío.
Imagina una baldosa relativamente grande. La típica cuadrada de las cocinas. Retiro lo dicho. Imagina una mesa pequeña, de esas de centro chiquitita de Ikea. Ahora intenta bailar encima de esa mesa.
Hacerlo es un gran alarde de técnica, pero incluso la mejor pareja no va a ser capaz de construir bailes tan impresionantes como encima de un escenario, con todo el espacio que sean capaces de llenar…
En un baile normal y corriente no tienes un escenario ni una baldosa, sino dos personas generando un diálogo entre ellos. Un buen leader sugiere la dirección y un buen follower llena ese hueco con un movimiento que no solo siga la directriz, sino que encaje con el resto del baile y lo ensalce. Buscar ser un bailarín “técnico”, quirúrgico y capaz, te lleva a poder bailar en una baldosa, pero genera un diálogo más rápido y conciso, que se propaga a un baile normal. Por la contra, querer ser un bailarín “acrobático”, con un arsenal de movimientos y una percepción espacial impecable, te lleva a generar un diálogo de lucimiento y untuosidad.
Ya vas viendo la metáfora, ¿no?
En el rol los leaders son los diseñadores de juegos, los escritores de aventuras y, en última instancia, los directores de juego. Los followers son los lectores y jugadores que reaccionan ante lo que hacen los primeros. El baile en la baldosa sería ese rol intimista y controlado, mejor representado por la nueva hornada de juegos PbtA y otros que buscan esa cosa extraña que algunos vienen en llamar Play2Feel. El baile en el escenario serían esas campañas gigantescas con cientos de ayudas de juego y una trama más importante que la evolución de los personajes.
Ninguno de los dos tipos es mejor que los demás, pero todos tenemos nuestro favorito. Es perfectamente factible que juegues un estilo de juego con el otro estilo de “baile” o que vayas saltando de uno a otro, pero no es lo normal. Al principio tanteas con los dos estilos y es bastante frecuente terminar con un estilo híbrido, a medio camino entre los dos, con herramientas que premien jugar en uno u otro sentido. Eso es normal.
Pero es importante entender que el “baile” ocurre. Que la energía está ahí y el diálogo no es unidireccional. Sí, el director de juego habla más tiempo, pero la conversación ocurre entre todos. Hay ciertas herramientas magníficas para ayudar a la narración pero ¿ayudan a tu “baile”? ¿O por el contrario van a confundir a los jugadores? Hay ciertas herramientas maravillosas para interpretar pero ¿juegan con el tono?, ¿ayudan a construir lo que se quiere contar?
Como me suele ocurrir con estas reflexiones, esta metáfora no ayuda a nadie. No da respuestas ni pautas. Simplemente plantea una hipótesis para que todas las decisiones sean conscientes.
Elige tu estilo de baile.
O construye el tuyo propio.
Si quieres escuchar más sobre este tema, pincha AQUÍ y escucha el programa La Trastienda, con Arturo Losada y Álvaro Loman hablando sobre el baile en el rol.
Álvaro Loman es diseñador de juegos, escritor y divulgador. Si quieres saber más sobre esta teoría y otras más, puedes ir a verle en la presentación del libro Ser rolero: una guía práctica el viernes 15 de septiembre a las 18:30 en Madrid, en la tienda Generación X – Tirso, en la calle Conde de Romanones