Por Robin D. Laws
La membrana entre este mundo y la Oscuridad Exterior está en todas partes. Incluso dentro de tu ordenador. Ahí es donde los filtradores se abren paso. Perciben el particular hedor a paranoia y agresión latente que se alimenta en los bancos de arena más oscuros de internet. Cuando te sumerges en teorías conspirativas o te sumerges en mitologías victimistas, se escabullen del caos arremolinado hacia tu CPU, salen por tu placa base y se introducen en el cable de tu teclado. ¿Usar un teclado inalámbrico? Un filtrador no tiene problema; puede transmitirse por tu conexión wifi. A medida que te adentras en la madriguera de la desinformación electrónica, mientras escribes tus diatribas contra el gobierno y ya sabes qué grupo étnico, el filtrador se abre paso bajo tus uñas y llega a tu torrente sanguíneo. ¡El 11-S fue un trabajo interno!
Una vez que te infesta, el filtrador no te convierte en un maníaco desenfrenado. En cambio, te conviertes en un vector de locura. Das ese paso más allá de publicar y comentar teorías conspirativas y comienzas a conectar en persona con otros creyentes. Cuando conoces a un parásito especialmente inestable en el mundo de la política marginal, el filtrador te inunda el cerebro de endorfinas. Buscando inconscientemente esa recompensa bioquímica, te haces amigo de personas dañadas y repulsivas que normalmente evitarías. El vidente te usa como faro de transmisión, intensificando la fragilidad de su objetivo secundario. Incluso podría requerir que hagas cosas a espaldas de tu nuevo amigo para empeorar su vida y llevarlo aún más al abismo. . Tal vez «accidentalmente» dejas que su jefe descubra sus ideas supremacistas blancas. O cuentas una historia sobre él que hace que le expulsen del club de tiro del que es responsable, o lo aleja del único familiar que aún lo vigila.
De esa manera, cuando el objetivo secundario se embarca en su matanza y se dispara en el corazón al verse acorralado, o recibe un disparo de francotirador en la cabeza, el vidente sigue vivo y en este mundo. Sales en la televisión para denunciar cómo los medios están explotando esta tragedia para ganar puntos políticos demagógicos. Lloras a tu amigo y cultivas tu sentido del martirio.
Finalmente, el filtrador te impulsa a mudarte a otra ciudad, donde te atrae hacia su siguiente víctima secundaria. Te enseña a ser cuidadoso, así que nadie lo relaciona, identificándote como el factor común que conecta a dos, tres o incluso cuatro asesinos en serie. Mientras tanto, el filtrador se enriquece psíquicamente con el dolor y la carnicería que causa, enviando su energía de vuelta a través de la membrana para criar descendientes, que esperan su propia oportunidad para alimentar una epidemia de asesinatos en serie.
Fotografía de Shutterstock.
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