Traducido de Kenneth Hite
Todo empezó en 2011, incluso antes de que se publicara Agentes de la Noche. O quizá todo empezó en 1890, cuando Bram Stoker empezó a esbozar la historia del “Conde Wampyr” de Estiria tras una pesadilla provocada por comer “un exceso de cangrejo aliñado”, según su hijo. Pero yo voy a empezar en 1956, cuando el contralmirante Frederick R. Furth, Jefe de la Oficina de Investigación Naval (ONR), recibió un paquete que contenía un ejemplar en rústica de The Case For the U.F.O., de Morris Jessup. Este ejemplar en particular llevaba tres series de anotaciones en tres colores diferentes de tinta; las anotaciones implicaban un gran conocimiento interno sobre ovnis, extraterrestres y propulsión extraterrestre (lo mejor de todo es que se contradecían entre sí, tachando las anotaciones de los demás y dejando el significado final de todo ello en un misterio mayor que cuando empezó. ¡Era como Nabokov en los mugrientos parques de caravanas de Saucerland! El capitán Sidney Sherby, de la ONR, se interesó lo suficiente como para contratar a Varo Manufacturing, un antiguo contratista militar, para que creara unas cuantas copias de la “Edición anotada” para él y sus compañeros militares aficionados a los ovnis. Esta “Edición Varo” se convirtió en una especie de leyenda en los círculos ufológicos, sobre todo cuando se supo que Sherby estaba implicado en el lanzamiento de satélites. Durante un tiempo (antes de Internet, en cualquier caso) ni siquiera se podía encontrar la reimpresión que se hizo en los años setenta de la “Edición Varo” por amor al arte o por dinero. Era una pequeña obsesión para mi yo bibliófilo y amante de los ovnis de los setenta, mi Necronomicón personal en cierto modo.
Así que, naturalmente, cuando Simon me preguntó —ya en la primavera de 2011, mientras me pasaba por Pelgrane House de camino a la Gothcon de Suecia, o en la cumbre anual de Pelgrane en Dragonmeet ese noviembre— qué pensaba que podría suponer un buen lanzamiento y con prestigio para Agentes de la Noche, le dije “la Edición Varo, solo que con Drácula, como ayuda para una campaña improvisada al estilo de los Archivos Armitage”. Quería que fuera una campaña improvisada, sandbox, porque la posibilidad de que ocurra algo que no estuviera de acuerdo con la historia, con respecto a esa parte de la historia tan nebulosa, sería mejor que cualquier “verdad real” que se me ocurriera.
Durante esa charla, o durante el mes que llevó a ella, ya se me había ocurrido la idea de que los tres anotadores representarían a tres generaciones distintas de analistas del MI6, todos confundidos por Drácula y por Drácula (el libro). Y una vez que tuve las tres generaciones, supe que estas tenían que ser la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la Guerra contra el Terror. Ya me había fijado en los dos devastadores terremotos ocurridos en Rumanía en 1940 y 1977 que establecían claramente las fechas más concretas dentro de estas generaciones, sobre todo cuando recordé que Stoker había eliminado de la novela la destrucción del castillo de Drácula por un terremoto y un volcán literalmente en el último minuto. Luego encontré dos terremotos históricos en Transilvania con casi exactamente un año de diferencia, en 1893 y 1894. Eso me dio el año del verdadero escenario de la novela. Y me pregunté: ¿Por qué el MI6 está realizando anotaciones en Drácula? Porque en realidad es un informe de una operación de espionaje que salió mal en 1894. Por eso Stoker recortó tanto de la novela: había escrito fuentes de información y métodos de actuación.
Simon escuchó todo lo anterior, contado durante un largo paseo por Clapham mientras hacíamos algún que otro recado, y luego insistió con razón y desde el principio en que presentáramos todo el espectro de acción de más de un siglo como un posible marco de juego en el libro. Luego me envió a terminar Agentes de la Noche para que pudiera escribir el Dossier.
Hay un momento en cada proyecto en el que, como dice Tim Powers, ya no estás investigando bibliografía y diseñando un juego (o una novela, en su caso), sino descubriendo la verdadera historia secreta del mundo. En mi caso, ese momento llegó pronto, cuando descubrí que el Ministerio de Asuntos Exteriores había pedido a Bram Stoker que mejorara el valor propagandístico del libro de su hermano George Stoker (no recuerdo exactamente dónde lo descubrí; puede que fuera en Bram Stoker and Russophobia. Leí mucho sobre los Stoker en 2012. Y en 2013). ¿Y cuál era el libro de George Stoker? Con los innombrables, unas memorias sobre el servicio médico de George en la guerra ruso-turca. En los Balcanes. De repente, todo el marco de lo que se convirtió en la “Operación Edom” estaba claro: Arminius Vámbery, a quien Stoker conocía (y se refiere oblicuamente en la novela) era también un espía inglés, y también destinado en los Balcanes en 1877. También lo era el geólogo Andrew F. Crosse, que escribió un diario de viaje por Transilvania en 1878. Encontraron vampiros, los relacionaron con terremotos y los enviaron a la inteligencia británica.
Sé que te sorprenderá saberlo, pero es jodidamente difícil encontrar algo más de una página o dos sobre la inteligencia británica de la era victoriana, antes de la fundación oficial del SIS (también conocido como MI6) en 1909. Por mucho que leas. Afortunadamente, eso me dio mucho espacio para incluir la Operación Edom. Cuando descubrí que dos de los directores de la Inteligencia Naval murieron o dimitieron repentinamente en el plazo de un año a partir de 1894… bueno, ahí se descubre más historia secreta. Y siguió la cosa con aún más. La Guardia de Hierro rumana tenía, de hecho, un núcleo ocultista secreto que se reunía en aquelarres de 13 personas. Una liga de brillantes investigadores científicos se reunía en secreto en un hotel que Stoker destaca en la novela, pero que terminaron disolviéndose en… 1893. En realidad, Gareth encontró eso. Sus constantes charlas de chat por Skype sobre el tema “Omigod, todo es cierto” fueron uno de mis mayores placeres durante todo el proyecto.
Y necesitábamos algunas guindas más con las que deleitarnos. Tomé gran parte del marco básico —cómo presentar múltiples posibilidades para un único encuentro— de Los Archivos Armitage de Robin, aunque tuve que cambiar un poco las cosas, ya que en Agentes de la Noche podría haber dos lealtades secretas en juego, no solo la mancha de los Mitos. Tuve que decidir el marco básico de la campaña: el Drácula por defecto, el Dossier por defecto, el Edom por defecto, etcétera. A continuación, plantear las preguntas que deliberadamente quedaban abiertas: ¿Quién era Drácula? ¿Qué trama Edom? ¿Hasta qué punto ha penetrado Drácula en el MI6 y en Gran Bretaña en general? ¿Funcionan los vampiros como decía Van Helsing? (Gareth volvió a mejorar enormemente la campaña al idear la construcción del “vampiro telúrico”, que devolvió parte del misterio a los vampiros modulares de Agentes de la Noche). Después de unas 110.000 palabras, más o menos, Gareth y yo teníamos un telón de fondo suficiente para abrirlo a otros escritores. Y gracias a una alucinante campaña de Kickstarter, más que magníficamente dirigida por Cat, conseguimos 16 escritores más. Muchos de ellos me pillaron por sorpresa con sus propias pruebas de la historia secreta: todavía recuerdo con cariño a Phil Vecchione y Chris Sniezak señalando que el presidente Benjamin Harrison estaba misteriosamente fuera de la vista del público en 1892, cuando Quincey Morris estaba luchando contra los “vampiros” en las Pampas y durante el período exacto (noviembre) en que el llamado “Vampiro Americano” estaba siendo trasladado al Asilo Nacional, y tienes que leer el libro (DH, página 63) para descubrir el loco giro que le dieron. Entre sus contribuciones, las cosas de última hora que le hice hacer a Gareth y las cosas de última hora que Cat me hizo hacer a mí, acabamos con 249.938 palabras del Libro del Director de The Dracula Dossier (Cat cambió muy inteligentemente el nombre de mi confusa versión alfa, The Director Dossier), todo gracias a la amplia afirmación del tema: “la Edición Varo, solo que con Drácula”. Excepto que aún no habíamos terminado. No habíamos no censurado a Drácula.
Oh, no me malinterpreten. Gareth y yo habíamos decidido muy cuidadosamente lo que iría en la no censura. Gareth confeccionó dos, o tres, calendarios diferentes con nuestras fechas para ver cómo se movían en el calendario, ya que Stoker, muy desconsiderado, no había hecho coincidir su volcán con el histórico terremoto de Rumanía de 1894 (31 de agosto). Llenamos esos calendarios con los acontecimientos cruciales que necesitábamos destacar: El culto satánico de Drácula (gracias a que Hans de Roos tradujo la edición islandesa de Drácula y nos dio mucha más carne que masticar), y los personajes que faltaban como Kate Reed y el médium Alfred Singleton, y el viaje de exploración de Quincey Morris a Transilvania que Stoker tenía en sus Notas iniciales pero que había censurado. Enviamos a Harker a Transilvania la víspera de San Andrés, la otra noche de vampiros y fuegos azules de la tradición rumana, no la víspera de San Jorge. Ya parecía mucho. Pero ¡oh, euforia, cuando descubrimos que nuestras nuevas fechas compatibles con los terremotos situaban la muerte de Lucy Westenra en la noche del viernes 13! Y oh, desesperación, cuando descubrimos que teníamos que hacer coincidir el estilo literario con… bueno, con una de las novelas precursoras de todo el género de terror. Drácula, la novela, y El invitado de Drácula, que devolví a su verdadero lugar a mitad de la novela, suman unas 160.000 palabras. Bram, como a mí me gustaba decir, había conseguido alcanzar el recuento de palabras mucho antes de la fecha límite. Sé que Gareth hizo un gran trabajo, y creo que yo lo hice bastante bien si me permiten decirlo, y no, no voy a decirles qué partes son suyas y qué partes son mías porque me pedí ser el Henry Irving de este proyecto hace mucho tiempo. En 2011, de hecho, si no en la década de 1970.
Gareth y yo acabamos ampliando —bueno, no censurando— Drácula en un 25% aproximadamente. Nuestro Dracula no censurado tiene casi 200.000 palabras, sin contar las 10.000 palabras de anotaciones. En tres colores de tinta. Igual que la Edición Varo. Solo que con Drácula.
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